sábado, 22 de abril de 2017

Samanta

Samanta sueña su suave sueño de Secundaria. Sepultada sobre el suelo de su solitario sillón. Susurra silenciosamente segmentos de un sábado solemne y segrega sustratos de un soliloquio de sensatez. Si la soberbia, si ese sábado si simplemente se silenciaran por siempre. Samanta, en su-manta, suministra su sádica sumisión. Se sienta y sola, se suelda a sentir un sentir soberano. Samanta, la Santa, sacrificada a una soledad sesentona, siembra semillas de sentencia sobre sí. Si sólo se sublevara... si sólo se simpatizara sobre su simple ser...

SÍ.

Silenciosa se separa de su suelo y simultanéamente se sobrepone. Se sujeta las sedas de su sesera y suda sorprendida al sentirse seductora. Silenciosa, se sacude su semblante y saluda sonrojada su silueta. Sujeta sobre su sin-tura un suelto satén y sale señoreante al saguán. Sobrevuela el sendero al semáforo y sujetando su sutil seguridad, saluda al sujeto que le sonríe. 

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