Cuando terminás un libro, se esconde adentro tuyo. Y a veces salta. En frases, en imágenes vívidas y vividas. En un confuso déjá vu. Se enraíza en tu lenguaje. En la forma de comparar tu ficción diaria con la ficción diaria de esos personajes que no saben que están siendo leídos. Tu día a día se vuelve entonces un metatexto de ese libro anidado.
Lo mismo el cine, lo mismo el arte.
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